Los líquenes son uno de los componentes más comunes de los paisajes chilenos, extendiéndose desde el desierto nortino hasta las islas subantárticas, y desde la Cordillera de los Andes hasta el nivel del mar, ocupando una gran cantidad de diferentes tipos de microhabitats, cubriendo la superficie de troncos, colgando de ramas, tapizando superficies rocosas y compartiendo con los musgos espacios libres en el suelo.
Los líquenes son en realidad hongos, principalmente ascomicetes, que han evolucionado hacia un modo particular de nutrición: vivir en estrecha simbiosis con un socio fotosintetizador: una microalga verde o una cianobacteria.
Esta estrategia ha sido altamente exitosa, ya que el alga, denominada fotobionte o ficobionte, en su condición de productor o fotosintetizador, suministra al hongo, denominado micobionte, el carbono necesario para su crecimiento y desarrollo.
El líquen, por lo tanto, adquiere la condición de una nueva forma de planta, morfológicamente diferente de un alga o de un hongo y con una plasticidad ecológica enorme. Lo anterior se traduce en que los líquenes pueden colonizar una inmensa cantidad de habitat diferentes.
El éxito de la simbiosis liquénica, la cual evolucionó independientemente en diferentes linajes, queda demostrada por el hecho de que alrededor de un quinto de los hongos conocidos son hongos liquénicos. Recientes estudios moleculares han mostrado que los micobiontes son mucho más antiguos de lo que antes se pensaba y que muchas líneas de hongos de vida libre han derivado de ellos.
Líquenes como bioindicadores: Aunque los líquenes son tolerantes a un amplio rango de condiciones ecológicas, por otra parte, son muy sensitivos a la contaminación atmosférica. El delicado equilibrio nutricional existente entre la microalga y el hongo es fácilmente alterado por contaminantes gaseosos del aire, entre otros SO2 y óxidos de Nitrógeno, razón por la cual, han sido utilizados con éxito como biomonitores ambientales en zonas urbanas y suburbanas. También se les ha usado, a causa de su lento crecimiento, para fechar el retroceso de glaciares (liquenometría) como también para datar monumentos megalíticos, tales como los moais de Isla de Pascua.
Algunas de sus funciones: Los líquenes producen una gran cantidad de compuestos químicos propios, los cuales desempeñan múltiples funciones, entre otras, como pantallas solares para prevenir el daño causado por la insolación intensa y directa, especialmente por la radiación ultravioleta. Estos compuestos protectores pueden entregar información sobre los cambios en los niveles de radiación UV en la atmósfera.
También los líquenes son importantes, desde el punto de vista ecológico, ya que algunos de ellos pueden fijar Nitrógeno atmosférico en los ecosistemas de matorrales y de bosques. También actúan como colonizadores primarios en áreas afectadas por impactos naturales, como es el caso de los suelos volcánicos, tan comunes en el sur de nuestro país.
Debido a la importancia que tiene este grupo de pequeñas plantas para el hombre, parece necesario incrementar significativamente el conocimiento taxonómico y sistemático de los líquenes chilenos, el cual es aún insuficiente. El último listado total ("checklist") de los líquenes chilenos (2006) señala 1428 especies (de las cuales 32 son hongos que parasitan líquenes) pertenecientes a 304 géneros.
Si comparamos los valores anteriores con aquellos correspondientes a Nueva Zelanda, por ejemplo, observamos que en este último territorio se han encontrado 1680 especies pertenecientes a 350 géneros. Al relacionar estos valores con las respectivas superficies territoriales de ambas regiones, resulta evidente que las investigaciones liquénicas en ese país han sido bastante más intensas que en el nuestro.
Regionalmente el conocimiento sobre los líquenes chilenos es variado. Los líquenes del Norte y Centro de Chile, incluyendo la Cordillera de los Andes, son aún muy poco conocidos, en tanto que los líquenes del Sur, incluyendo las islas subantárticas, se conocen algo mejor. Una tarea pendiente, en este sentido, es producir una flora de los líquenes chilenos, que podría partir con una revisión crítica de los géneros, tarea para la cual, se precisa de un nuevo contingente de jóvenes entusiastas dedicados a investigar este aspecto de nuestra biodiversidad.
Para terminar adecuadamente esta breve introducción al mundo de los líquenes, debemos citar las poéticas palabras de C. Schroeter, un liquenólogo alemán, de comienzos del siglo XX:
“Es un capítulo maravilloso de la vida, la lucha que estos pequeños organismos entablan contra el formidable poder de las altas montañas, lo que nos permite, aún en las más elevadas rocas, encontrar sus coloreadas costras. Con colores vivos pintan la piedra muerta y se levantan como los últimos centinelas de la vida, despertando nuestro caluroso interés” (C. Schroeter)
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